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Nuestra mente es un campo de batalla para nuestras guerras diarias

La mente está dividida en tres áreas importantes que son parte de nuestra propia obra de la vida.
La mente consciente: Es la encargada de razonar de forma lógica. Es la encargada de recordarnos que si no tenemos alas no podemos volar.
Acepta o rechaza a voluntad. Es la que nos permite escoger el menú cuando vamos de restaurante: sí quiero ensalada, no quiero macarrones.
Realiza análisis inteligente basado en conocimientos probados (dos y dos son cuatro), en experiencias sensoriales (el agua moja), deducción (si el agua moja el vino también) y educación (hablar con la boca llena está mal).

Su capacidad de análisis es limitada, ya que no puede ser objetiva por estar influenciada por el inconsciente. Es decir, uno puede saber perfectamente que hablar en público no es peligroso y que no hay motivo para ponerse tan nervioso a tal punto que su cuerpo actúe como si estuviera a diez segundos de saltar al vacío sin paracaídas.

Sin embargo no es capaz de controlar, por muy consciente que sea, la respuesta que da su cuerpo. Y es que el cuerpo está respondiendo al inconsciente.
La mente subconsciente: Controla el sistema nervioso autónomo. Uno no necesita ser consciente de respirar para respirar.

Controla los músculos involuntarios, los órganos y las glándulas. No controlamos conscientemente el latido del corazón, ni sudamos conscientemente cuando las condiciones así lo requieren.
Esta mente, al contrario de la mente consciente, razona analógicamente, es decir, por semejanza. Una mala experiencia durante la niñez en una bañera puede llevarnos a tener miedo a la piscina de adultos. Nuestra mente consciente sabe perfectamente que no es lo mismo una bañera y su cantidad de agua que una inmensa piscina, pero para nuestra mente subconsciente es algo parecido.

La mente Inconsciente: Es la sección mental más grande (6/7 partes de la mente) y oculta de la mente donde reposan innumerables experiencias que has vivido desde la niñez y que son imposibles de recordar. Están presentes en forma de impulsos, impresiones, pensamientos incontrolados y recuerdos reprimidos: activos e impulsivos. Sentimos deseos, miedos inconscientes que pretendemos tapar con excusas conscientes, y es que nos hacemos trampas al solitario.

Para poder llegar a lo que realmente deseamos, tememos o realmente buscamos debemos llegar al fondo de la cuestión, a la raíz de nuestro verdadero problema que, sin duda, se halla escondido en nuestra mente.

Los problemas que tenemos, lo que nos ocurre en el día a día no es más que la punta del iceberg de lo que realmente está por debajo, bien escondido, en la mayoría de ocasiones, incluso para nosotros mismos.

El ser humano tiene una gran imaginación que es más potente que la fuerza de voluntad, pero cuando existe un conflicto entre ambas -imaginación y fuerza de voluntad-, siempre gana la primera.

“En momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento”
–Abert Einstein-

“El exceso de imaginación o de pensamiento racional pueden ser igualmente peligrosos. Esas dos fuerzas tiran hacia lados opuestos y, sin embargo, hay que mantenerlas en armonía”
-Alexander Alekhine-

Los Ataques de Pánico: Es una desregulación de nuestro sistema defensivo/adaptativo cuya emoción básica es la ansiedad, que en el ataque se dispara sola (sin estímulo), llegando a su máxima expresión (el pánico) en pocos segundos o minutos.

A partir de esta experiencia la persona queda sensibilizada, con miedo permanente a que le ocurra de nuevo. La persona vive en constante miedo de volver a sufrir otro ataque similar al vivido y para evitarlo, comienza a alejarse de los sitios o situaciones que asocia a su malestar. Si alguien sufrió una situación traumática en un lugar rodeado de gente, seguramente quiera evitar las grandes concentraciones de personas y los lugares cerrados.

La persona comienza a organizar su vida en función de sus posibles ataques. Se afana por no pasar por situaciones nuevas que le generen vulnerabilidad, evita lugares en los que se sienta débil o no encuentre una salida fácil y rápida. Algunos sienten que no pueden alejarse de casa y de hacerlo sólo lo podrán hacer si alguien "seguro" los acompaña. El intento de crear una vida más segura termina limitándola, la vida comienza a achicarse. Dejan de salir o lo hacen con mucho sufrimiento, dejan de hacer cosas nuevas, se quedan sólo con lo conocido, seguro y manejable. Incluso las situaciones más comunes y simples le resultan ansiógenas. Llevar los chicos al colegio, manejar por un camino desconocido, esperar en un consultorio, hacer la cola del súper pueden transformarse en tareas titánicas para alguien que esta tan atemorizado. Todas las áreas de su vida (la social, la laboral, la familiar) se ven afectadas.

Es importante señalar que no tratar el trastorno puede causar limitaciones cada vez más severas, como la dificultad para trabajar, la pérdida de red social incluyendo amigos y/o pareja. Como la mayoría de los trastornos que podemos padecer, con el paso del tiempo se instala y se agrava si no se lo trata en tiempo y forma. Aunque también están las personas que tuvieron un solo ataque en toda su vida sin volver a repetirse. Cada uno tiene su particular modo de resolver y la terapia aporta las herramientas y el conocimiento profesional para lograr que su modo de resolver y sus recursos funcionen lo más eficaz posible y su calidad de vida cambien sustancialmente.

Quien sufre ataques de pánico, se siente constantemente atemorizado sin razones aparentes, ya sea para otros como para sí mismo, no sabe como controlar la ansiedad ni el miedo. Estos cuadros de miedo abruptos no suelen desencadenarse de forma clara. Estos ataques pueden venir acompañados de una mala percepción de la realidad o extrañeza a su misma persona y no reconocimiento del ámbito.

En el ataque/crisis de pánico, pueden presentarse uno o varios de los siguientes síntomas físicos vinculados al miedo:
  • • Palpitaciones
  • • Dolor en el pecho o nuca o taquicardias
  • • Respiración forzada, arrítmica, apresurada o con sensación de ahogo
  • • Mareos
  • • Baja temperatura en las extremidades
  • • Náuseas o malestar estomacal
  • • Temblores, escalofríos o estremecimientos
  • • Sensibilidad a la luz (midriasis, dilatación de pupila)
  • • Temblores o sacudidas
  • • Sudoración
  • • Opresión o malestar torácico
  • • Parestesias (sensación de hormigueo en las manos o en pies)
  • • Escalofríos
  • • Dificultades para hablar o comunicarse
  • • Debilidad o inestabilidad
  • • Hiperventilación


  • También se presentan algunos de los siguientes miedos y sensaciones:
  • • Sensación de perder el control, miedo a perder la razón
  • • Sensación de miedo a la muerte
  • • Despersonalización o desrealización (percepción de irrealidad: sentirse que uno mismo y/o el entorno no son reales)
  • • Deseo imperativo de escapar del lugar, momento y situación en los que se produjeron las crisis
  • • Miedo a perder distintas partes del cuerpo, como boca, lengua, manos etc.


  • Lenguaje coloquial relacionado Las expresiones más comúnmente usadas para describir los síntomas y sensaciones de desrealización son las que siguen:
  • • Es como ver a través de un velo.
  • • (...) una sensación de niebla en los sentidos.
  • • separado de ti mismo
  • • (...) estar atrapado en un vidrio.
  • • Me siento retraído.
  • • (...) aislado o distante del entorno inmediato.
  • • (...) como espectador de algún juego extraño y sin sentido.
  • • (...) sin vida
  • • (...) como en un sueño.
  • • (...) fuera del cuerpo, te observas desde la mente.

    Todas estas sensaciones se generan directamente a partir la ansiedad, son síntomas de la misma. Se deben a cambios que ocurren en la forma en la que el cerebro procesa las señales nerviosas. En primer lugar, la trampa del que sufre una crisis consiste en creer que lo que está viviendo es peligroso (es decir, surgirá un ataque al corazón, un desmayo, se perderá la razón, se perderá el control) cuando realmente un ataque de pánico no representa ningún peligro en absoluto.

    En segundo lugar, los afectados caen en la trampa de hacer cualquier cosa que creen que les ayudará a evitar las crisis cuando lo que realmente hacen es empeorar los ataques de pánico. Estas actividades incluyen comportamientos de:
    Evitación. El efecto de evitar, de hecho, representa una afirmación para el individuo de la amenaza de la situación evitada que prepara un comportamiento de sucesivas conductas evasivas. Todo esto tiene como único efecto el incremento del temor por confirmar, pero también incrementa el escepticismo con respecto a los propios recursos, aumentando de esta manera la fobia e incluso las reacciones. De esa forma, el trastorno se hace cada vez más invalidante y limitante.

    Solicitud de ayuda. Una vez que el círculo vicioso de la evasión se activa, la persona a menudo utiliza una segunda "estrategia" que resulta ser contraproducente: la solicitud de ayuda, es decir, la necesidad de estar siempre acompañado y confortado por alguien que está dispuesto a intervenir en caso de crisis y de pánico al perder el control. El efecto de esa solicitud es inicialmente el de tranquilizar a la persona afectada, pero poco a poco conduce a aumentar el miedo y sus consecuentes limitaciones. De hecho, esta posibilidad de tener a alguien o algo (una sustancia o medicamento) para intervenir rápidamente en ayuda del que sufre el temor termina por confirmar que el afectado es incapaz de enfrentar la situación temida en primera persona y, por tanto, ser capaz de manejar las consecuencias. Incluso este proceso tiende a generalizarse y lleva a la persona a una forma grave del trastorno fóbico basado en la lógica de "ser dependiente" y no poder controlarse.

    Intento de control. El control sobre el comportamiento fisiológico y sus reacciones redunda en un ciclo perceptivo-reactivo para obligar a entrar al sujeto en acción a fin de afrontar el miedo. Sin embargo, en el intento de mantener el control a toda costa sobre el propio organismo y sus funciones mentales, se experimenta una situación paradójica: la focalización de la atención en las reacciones fisiológicas (latidos del corazón, respiración, equilibrio, etcétera) conduce inevitablemente a una alteración de algunas de las mismas funciones, lo que provoca un temor que, a cambio, genera más alteraciones, con lo que se activa un círculo vicioso en el que "el intento de control desemboca en una pérdida de control".

    Como controlar el pánico? Controlar el pánico requiere tiempo y paciencia para redefinir las actitudes frente al miedo extremo para enfrentarse al suceso que lo provoca y no evitarlo. Una de las estrategias que mejor ha funcionado consiste en la aplicación de diez reglas para afrontar una crisis de pánico:
  • • Recordar que lo que se experimenta es una exageración de las reacciones habituales ante el estrés.
  • • No es ni dañino ni peligroso, solo desagradable. Nada peor puede pasar.
  • • No añadir pensamientos alarmantes sobre lo que está pasando y lo que podría ocurrir.
  • • Fijarse en lo que está experimentando el cuerpo en ese momento, no en los temores sobre lo que podría llegar a suceder después.
  • • Esperar y dejar que pase el temor. No luchar contra él. Aceptarlo.
  • • Al dejar de pensar en cosas alarmantes, el temor se extingue por sí solo.
  • • Recordar que lo principal es aprender a afrontar el miedo, no a evitarlo. Aprovechar la oportunidad para progresar.
  • • Pensar en los avances logrados hasta ese momento, a pesar de las dificultades. Pensar en la satisfacción que supondrá haber superado ese momento.
  • • Al empezar a experimentar mejoría, mirar alrededor y pensar en planes para hacer después.
  • • Al sentirse listo para continuar, comenzar despacio, en un estado de relajación. No es necesario correr ni esforzarse.

    Tratamientos:
    Cognitivo-Conductual: el tratamiento se compone de diferentes fases:
  • • En la psicoeducación, se explica el proceso del pánico, cómo se origina y como se mantiene por medio de las conductas evitativas.
  • • En la relajación, se orienta al paciente para que aprenda a controlar los aspectos de hiperactivación física implicados en el ataque de pánico.
  • • En la reestructuración cognitiva, se le ayuda a controlar los pensamientos catastróficos asociados a los ataques de pánico.
  • • En la exposición, se le coloca ante estímulos interoceptivos (sensación de ahogo, palpitaciones, mareo) y ante situaciones disparadoras del ataque de pánico.
  • ¡Tú puedes vencer tus propios miedos!


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