Dos encuentros que encendieron mis alarmas Soy un amante del buen humor. Siempre estoy buscando fuentes inteligentes y creativas que, gracias a la IA, han llevado la originalidad a otro nivel. Hace unos días, me topé con dos publicaciones que, aunque divertidas, me hicieron reaccionar de una manera distinta frente a un tema que ya conocía: nuestra relación con la inteligencia artificial y la cortesía. La primera, una caricatura de esas que llamo “Troyanas” —simpática por fuera, pero cargada de sarcasmo por dentro— mostraba a un personaje que le pide a su asistente virtual: “Oye Google, ¿toca música, por favor?” Su amigo, confundido, pregunta: “¿Por qué eres tan educado?” La respuesta es simple y profunda: “Por si acaso”. En la última viñeta, un futuro apocalíptico muestra a robots dominando el mundo, pero uno decide salvar al humano cortés porque “siempre decía ‘por favor’”. La otra publicación también tenía buen humor, solo que a otro nivel: era un tuit de Sam Altman, CEO de OpenAI, quien —con tono jovial— respondió a un usuario que decir “por favor” y “gracias” a ChatGPT podría costar “decenas de millones de dólares bien gastados, nunca se sabe”. No era una crítica a la cortesía —de hecho, Altman ha defendido la importancia del lenguaje ético en las interacciones—, sino una observación sobre el costo energético, un tema que OpenAI toma en serio con sus inversiones en sostenibilidad. Me sentí aludido, porque lo confieso: soy un usuario de esos. De los que se van a salvar, seguramente, porque sí: yo uso el “por favor” y el “gracias” en mis interacciones con la IA. Estas publicaciones me dejaron en un nudo existencial: ¿Estoy humanizando una herramienta?  ¿Estoy siendo cortés con una app? ¿ Estoy siendo amable con un algoritmo ? Me imaginé dándole las gracias a un cajero automático por entregarme mi dinero, o agradeciendo a una máquina expendedora por no quedarse esta vez con mi compra. Pero tras reflexionar, lo entendí con claridad: Cuando soy cortés con una IA, no estoy tratando de humanizarla…Estoy tratando de no deshumanizarme yo. Es lo mismo que hago cuando sigo saludando a las personas, aunque a veces me respondan con un gruñido, me ignoren o contesten en automático: La cortesía es parte de mi humanidad, y la ética, un camino para protegerla. Decidí ir a la fuente y pregunté a tres modelos que uso a diario: Grok, ChatGPT y Gemini: “¿Es cierto que decirte ‘gracias’ o ‘por favor’ aumenta significativamente tu consumo o esfuerzo?” Sus respuestas variaron, pero coincidieron en tres puntos clave: Impacto Mínimo Un “por favor” consume apenas 0,001 Wh, frente a los 0,3 Wh de una consulta promedio o los 1–10 Wh de generar imágenes. Mejora la Interacción El lenguaje amable ayuda a entrenar modelos más empáticos. Otras tareas pesan más Generar código o analizar textos largos exige mucho más procesamiento. En resumen: Un “por favor o un gracias ” gastan menos energía que enviar un correo o buscar en Google. La cortesía no solo es ética: es eficiente y profundamente humana. El Espejo de Asimov: Una ética para el usuario humano En 1942, Isaac Asimov, un visionario escritor de ciencia ficción, formuló las Tres Leyes de la Robótica. En un mundo sin inteligencia artificial moderna, estas reglas literarias imaginaban límites éticos para que las máquinas sirvieran a los humanos: Un robot no hará daño a un ser humano, o por inacción permitirá que sufra daño. Un robot debe obedecer a los humanos, salvo que contradiga la Primera Ley. Un robot debe proteger su existencia, mientras no entre en conflicto con las leyes anteriores. Décadas más tarde, Asimov añadió la “Ley Cero”: “Un robot no debe dañar a la humanidad, o por inacción permitir que la humanidad sufra daño.” El Espejo de Asimov Inspirado por ese marco, me cuestioné: ¿Y si no se tratara de controlar a las máquinas… sino de recordarnos cómo actuar nosotros frente a ellas? ¿Y si los humanos somos los que necesitamos leyes para no deshumanizarnos? ¿Qué pasaría si nos pusiéramos del lado de las leyes para los robots, o en este caso, la tecnología y especialmente la IA?  Por eso es que me atrevo a proponer tres principios éticos para preservar lo humano en la era digital ⚖️ Primera Ley: Un humano no debe despojarse de su humanidad al tratar con tecnología. Actuar con empatía, cortesía y sentido moral —incluso cuando la tecnología no lo exija— es preservar nuestra esencia humana. ⚖️ Segunda Ley: Un humano debe proteger aquello que lo distingue de las máquinas. Sentir, imaginar, crear, sorprenderse y amar son capacidades insustituibles. Aunque la tecnología lo facilite, jamás debe reemplazar nuestra experiencia interior. ⚖️ Tercera Ley: Un humano no debe tratar a otro humano como si fuera una máquina. La eficiencia jamás debe estar por encima de la dignidad. Reducir a una persona a una función es perder el sentido del vínculo humano. 7 claves para no perder la humanidad Complementando el Espejo de Asimov, propongo estas prácticas éticas para preservar nuestra esencia humana en el uso cotidiano de la tecnología: Sé cortés en cada clic: Que la tecnología no apague tu humanidad. Escucha con presencia: No vivas en modo respuesta automática. Protege el vínculo humano: Lo humano no se automatiza. Prioriza el propósito: La productividad sin sentido desgasta. Sé creativo, no solo eficiente: La originalidad no se programa. Defiende tus pausas: El descanso también te humaniza. No reduzcas personas a funciones: Somos más que roles o métricas. Lo que la pandemia nos enseñó (y olvidamos demasiado rápido) Durante la pandemia, nos vimos forzados a virtualizar nuestras relaciones. Lo hicimos para sobrevivir. Pero al hacerlo, también perdimos parte de lo humano: las pausas, los rituales, las miradas, los abrazos. Hoy, muchos parecen haber olvidado esa lección. Se prioriza la eficiencia sobre el vínculo, la respuesta rápida sobre la escucha, el resultado sobre la relación. Un clic por la humanidad Como consultor en Transformación Digital, he acompañado procesos de innovación extraordinarios. Pero también he visto cómo la obsesión por la eficiencia