La relación entre el Trauma y la Depresión. En estos 16 años que tengo de ejercer mi carrera como Psiquiatra, he atendido una gran cantidad de pacientes con diversas patologías. La mayoría de ellos han sido aquejados por síntomas de depresión y ansiedad; sin embargo, hay un padecimiento que a lo largo de todo este tiempo ha llamado mucho mi atención por la forma en la que afecta a los pacientes y al mimetismo con el que suele presentarse, aparentando sintomatologías compatibles con otros trastornos y a menudo empeorando cualquier otro que esté presente.
Hablo directamente del trastorno de estrés postraumático
Aunque en este artículo le daremos el nombre que usualmente las personas utilizan para referirse a él: “trauma”. Actualmente estoy fungiendo como presidente de la Red Mundial de Suicidólogos fundada por nuestro querido Dr. Pérez Barrero (1953-2021) y en la mayoría de las charlas que brindo para la formación de profesionales en la temática de suicidio o cuando converso con población general acerca de este tema, suelo poner sobre la mesa la importancia del trauma como un padecimiento que suele “embarrialar la cancha”. Explicando lo anterior se nota que cualquier trastorno psiquiátrico puede verse agravado cuando además, esta persona presenta un trauma psicológico, lo que potencia otros síntomas presentes y que impide, a menudo, que la sintomatología mejore adecuadamente con el tratamiento farmacológico o psicológico.
En diversas ocasiones he compartido con los alumnos de los cursos sobre prevención del suicidio que, cuando un paciente no responde de manera adecuada al tratamiento brindado, es fundamental considerar la posibilidad de que su situación esté siendo complejizada por experiencias traumáticas en su vida. Estos elementos suelen dificultar significativamente el proceso de mejoría y, en muchos casos, pueden estar vinculados a la presencia de deseos de muerte o ideación suicida persistente.
Actualmente se estima que alrededor de 280 millones de personas en el mundo padecen depresión.
Esto convierte a este trastorno en una de las principales causas de consulta en psiquiatría, presentándose con síntomas que pueden variar desde leves hasta severos.
La relación entre el Trauma y la Depresión
La depresión va mucho más allá de la simple tristeza o de un estado de ánimo bajo. Se trata de un trastorno neurobiológico complejo, con implicaciones endocrinas, que puede afectar profundamente la funcionalidad y calidad de vida de quien lo padece. Por esta razón, la recuperación no depende únicamente de “cambiar de actitud”, “hacer ejercicio” o “acercarse a Dios”. Si bien estas acciones pueden ser complementarias y beneficiosas, no deben verse como soluciones únicas ni universales. Muchas personas con depresión ya han intentado estas estrategias por cuenta propia, y lo que necesitan es comprensión, acompañamiento y un tratamiento integral, que incluya tanto el abordaje psicoterapéutico como, en muchos casos, el farmacológico.

Lo que duele, no siempre se ve. Y lo que se necesita, muchas veces va más allá de una frase bien intencionada.
En la mayoría de las ocasiones una persona con depresión puede ver una gran mejoría con tratamiento psicológico y tratamiento farmacológico. En mi caso, a casi todos mis pacientes les recomiendo una combinación de ambos tratamientos, dependiendo de la gravedad de los síntomas y su disfuncionalidad. Esta unión de medicación y terapia psicológica es la que a lo largo de múltiples estudios científicos ha tenido mejor respuesta. Sin embargo, algunos pacientes pueden presentar resistencia a este tipo de abordajes a pesar de haber cumplido a cabalidad las recomendaciones médicas y hacer un gran esfuerzo propio para llevarlas a cabo.

En estos casos difíciles es donde la posibilidad de que el trastorno se esté viendo complicado con un proceso de trauma previo, se convierte en una posibilidad. Se ha estudiado que el trauma puede estar relacionado con situaciones de violencia, maltrato, negligencia. Sin embargo, hago hincapié en traumas relacionados con abuso sexual, dada la gran cantidad de secuelas que estas circunstancias suelen dejar, especialmente cuando se da a edades tempranas. Diversos artículos muestran que estos diversos tipos de agresiones pueden producir cambios a nivel cerebral en la niñez, relacionado con la especial sensibilidad de nuestro cerebro a estas edades, produciendo una mayor tendencia a la impulsividad por la afectación de nuestro sistema límbico (relacionado con las emociones) y por la desregulación en nuestra área prefrontal (que tiene que ver con el control de impulsos).
Esto conforma, por así decirlo, un caldo de cultivo especialmente fructífero para el desarrollo de patologías a futuro en el adulto, como trastornos Mixtos, depresivo ansiosos, trastornos de personalidad y tendencias autodestructivas como las autolesiones, las adicciones como el alcoholismo y el uso de drogas, entre otros.
A pesar de lo anterior, en los últimos años se han ido desarrollando nuevos tipos de terapia centradas en el abordaje de trauma que dan una gran esperanza para estos pacientes. Yo mismo he podido corroborar en consulta como muchos de los síntomas relacionados con trauma pueden tener una mejoría evidente al ser tratados por psicólogos especializados en esta área del padecimiento humano. Cada vez estamos entendiendo más cómo funciona nuestro cerebro al registrar recuerdos positivos y también como se graban las memorias traumáticas, para realizar reprocesamientos en terapia que ayuden a los individuos a funcionar mejor.
Mi interés al desarrollar este artículo es motivar a que las personas puedan seguir buscando ayuda a tiempo para evitar, en la medida de lo posible, las secuelas que el trauma suele producir en la vida de tantos. Además, en el caso de que ya se hayan presentado síntomas relacionados con depresión, ansiedad o hasta riesgo suicida, podamos entender que a través de la esperanza que nos dan los nuevos tratamientos y de una escucha activa, que a la vez sea comprensiva y compasiva, se puede mejorar la vida de muchos, evitando así lo más triste que me han reportado mis pacientes, el tener que vivir estos trastornos en silencio y con el temor de no ser comprendidos.